Las tiendas en dólares en Cuba: algunas valoraciones económicas

La recién inaugurada tienda en 3ra y 70, La Habana, donde solo se pueden adquirir productos con tarjetas internacionales, tarjeta «Clásica» y efectivo en USD o EUR, ha provocado un aluvión de críticas, señalamientos y dudas de la ciudadanía.

No me sumaré en este análisis a las críticas que mayoritariamente han sido hechas al respecto, habida cuenta de que las tiendas en divisas ―sean en USD, CUC o MLC―, existen en Cuba desde 1993 y jamás en tales establecimientos la población ha podido satisfacer sus demandas con el uso de sus salarios. Por supuesto, no es que vaya a defender esa situación, anómala en cualquier economía y que ciertamente provoca una creciente injusticia social y altas desigualdades.

El pensador Carlos Marx expresó: «La historia se repite, primero como tragedia, luego como farsa». Esta tienda en divisas, y las que seguramente seguirán abriéndose en los próximos meses, demuestran no solo la veracidad de esas palabras, sino también que a veces lo que aparenta ser nuevo no es más que algo del pasado con ciertos retoques. Veamos algunas realidades y conjeturas sobre las referidas tiendas desde puntos de vista económicos, y no tanto desde el aspecto social, sin demeritar la importancia de este último.

¿Cómo se llegó a la tarjeta «Clásica»?

Cuando en 1993 surgieron las tiendas recaudadoras de divisas, admitían predominantemente dólares americanos. Para los vueltos o «menudos» (moneda fraccionada), circulaban monedas acuñadas en Cuba, que primeramente provenían del sistema implantado para el turismo internacional, pero que después fueron sustituidas por monedas acuñadas y asociadas al CUC.

Un tiempo más tarde, las autoridades se percataron de que era mejor no tener que acumular tantos USD en cada punto de venta, sino ir captando esa moneda en poder de la población antes de ser usada en las tiendas. Así entraron en vigor los CUC, que tenían su respaldo en divisas por cuanto entraban en circulación al sustituir cada dólar captado por el sistema bancario y las cadenas de tiendas. Más adelante esto varió. Aunque una parte de los trabajadores recibía una pequeña cantidad de estímulos en CUC, ello no implicaba que esos CUC estuviesen respaldados en divisas, por cuanto provenían de las ganancias en divisas de las empresas empleadoras de esa parte de la población, tanto por exportaciones como por ventas a las cadenas de tiendas, en sustitución de importaciones.

Posteriormente, en el 2004, se eliminaron de la circulación minorista las divisas extranjeras, y se cerraron las cuentas en divisas de las empresas. Parecía algo normal, como en cualquier parte del mundo, que en el país solo circulasen monedas nacionales. Sin embargo, circulaban dos de ellas: el CUP y el CUC.

Lo peor fue que todas esas divisas, captadas de golpe y canjeadas a CUC o a CUP para las empresas, alimentaron la falsa idea de que las mismas se podían tomar para cualquier obra faraónica ―llámese Batalla de Ideas, Revolución Energética, etc.―, y que en un corto plazo se recuperarían gracias al ahorro a obtener de tales obras. A eso sumémosle la incalculable emisión de CUC sin un real respaldo en divisas. He aquí el origen principal de los descalabros económicos que nos esperaban en el futuro.

Por si fuera poco, el sistema bancario comenzó a pagar mayores tasas de interés por depósitos en CUC que en USD, estimulando con ello que los ahorristas canjearan sus USD/EUR a CUC para obtener mayores rendimientos. Se plantaban de esta forma los cimientos para que más adelante esas personas perdieran sus ahorros en CUC, obtenidos de las divisas entregadas.

Años después, ante el desabastecimiento en las tiendas en CUC, fueron creadas cuentas y tarjetas en MLC, equivalentes asimismo al USD. Aunque aún seguían existiendo los CUC, aparecía un saldo supuestamente en divisas, sin canje de ningún tipo (salvo desde otras monedas distintas al USD), con un poder de compra superior al de la moneda nacional desacreditada, incluso si la última seguía llamándose «convertible». ¡Ahora sí se podría pagar a los proveedores y la población adquiriría productos recibidos de esos proveedores extranjeros! ¡Borrón y cuenta nueva!

Recordemos que las cuentas y tarjetas en MLC no surgieron después de la supuesta unificación monetaria en 2021, sino antes. Y esas cuentas en MLC, y tiendas para su uso, permanecieron después de la mal llamada unificación. La población tuvo que decidir entonces si prorrogar sus depósitos bancarios abiertos en CUC, o cerrarlos obteniendo 24 CUP por 1 CUC ―o 120 CUP más adelante, cuando la moneda nacional estaba mucho más devaluada―, lo que significó una importante pérdida de ahorro de la ciudadanía.

Previsiblemente, la aparición de la COVID, las medidas arreciadas del bloqueo, la caída de los ingresos del turismo y otros factores, hayan hecho al gobierno tomar medidas de urgencia, «desapareciendo» nuevamente las divisas entregadas, fuera a los bancos, registradas como saldos de la población en MLC, o a los saldos de las empresas, supuestamente respaldados en CL (liquidez externa).

Se pudiera entender que al igual que en 1993, se estaba en una situación desesperada, pues el país necesitaba divisas y requería captarlas mediante el incremento de ventas en tiendas especializadas, porque no ha logrado establecer una convertibilidad de CUP a divisas. Pero que los saldos en MLC de la ciudadanía, así como las cuentas en divisas de las empresas extranjeras no sirvan ahora ni para pagar combustible, ni para las tiendas más surtidas; es una decisión que demuestra no solo desesperación, sino falta de seriedad, de credibilidad, de compromiso.

La falta de confianza y la creciente incertidumbre son las características fundamentales del momento, lo que no contribuye a un ambiente favorable para la economía cubana.

La decisión de unos meses atrás de no permitir adquirir combustible con tarjetas en MLC en las gasolineras, habilitadas solo para USD, ya anticipaban este nuevo despojo a la población. Es comprensible la necesidad de vender combustible en divisas para garantizar su compra en el exterior, pero ninguna autoridad ha explicado por qué no sirven las tarjetas en MLC, obtenidas por las personas no mucho tiempo atrás mediante la entrega de divisas al sistema bancario nacional. Es decir: ¿dónde están las divisas entregadas por la población a los bancos? ¿Acaso los saldos en MLC de la población son tan elevados que no es posible irlos restituyendo con la ganancia de las nuevas tiendas?

En tan poco tiempo han acontecido dos pérdidas importantes de ahorro de la ciudadanía. Ahora se quiere hacer ver que no sucederá lo mismo con la tarjeta del momento: la «Clásica». ¿Quién asegura que no volverá a ocurrir algo similar cuando el «zapato apriete»? Rectifiquemos: cuando apriete más, porque no ha dejado de apretar…

Es de suponer que la población ―temiendo pasar por las mismas experiencias― haya ingresado fondos en la tarjeta Clásica «de a poquito», como arriesgándose a perder lo menos posible. Y como evidente respuesta se decidió el cobro de 1 USD por cada depósito, por lo que, mientras menos divisas se ingrese en la tarjeta, porcentualmente más cara sale la comisión por depósito.

Necesidad de las tiendas en USD

Como he mencionado en otros artículos, la unificación monetaria no podía funcionar. Y no porque se haya hecho en mal momento, sino porque los tipos de cambio fijos, al no reflejar las realidades de cada momento, quedan desactualizados rápidamente y el mercado busca soluciones alternativas, con lo que el tipo de cambio oficial se aleja cada vez más del no oficial. Como muchos economistas proponían antes de 2021, además de unificar las monedas y establecer un solo tipo de cambio, se necesitaba hacer antes muchas otras reformas económicas estructurales.

No obstante, en un ambiente económico en el que se intenta controlar hasta el precio del tomate, es difícil imaginar una moneda que fluctúe de acuerdo a la situación de la economía. Recordemos que el tipo de cambio de la moneda es como su precio, y no se preveía que ese precio se fuese a liberar. En definitiva, dentro del campo socialista solo China y Vietnam han logrado exitosamente tener una sola moneda, pero son países donde hay una fuerte economía de mercado.

Por tanto, aunque entiendo a mis colegas economistas que claman por una sola moneda en Cuba, o por una unificación real, esto no puede funcionar sin que se efectúen previamente cambios más profundos. Cuando no se piensa en realizar otras reformas necesarias, las tiendas en divisas y la doble circulación monetarias son las vías para que existan productos en el mercado, porque la moneda nacional obtenida de las ventas en esta moneda no podría canjearse a USD/EUR y continuar con el ciclo de reabastecimiento de las tiendas.

Dicho de otra forma, sin una mayor presencia de signos de una economía de mercado, o de una mayor liberación de las fuerzas productivas; así como en ausencia de un mecanismo de canje de monedas ―no solo para comprar, sino también para vender―, a un tipo de cambio más realista y para todos los sujetos económicos de la sociedad, las tiendas en USD son un mal necesario. Tanto para reabastecer las tiendas al agotarse los productos, como para utilizar las ganancias en bien de toda la sociedad.

Es cierto que la doble circulación y el doble tipo de cambio crearon en el pasado muchos problemas: de medición de eficiencia, de falta de control sobre los costos reales, etc., pero la solución ha sido peor, porque se pasó de dos tipos de cambio (1:1 y 24:1) a tres (24:1, 120:1 y el del mercado informal, superior a 320:1).

¿Significa esto que las nuevas tiendas en USD deben ser como las surgidas desde 1993? Para nada. El mecanismo existente reparte de forma excesivamente inequitativa la ganancia de cada transacción. En el pasado, al aplicar un elevado coeficiente sobre costos (de 2.4 o superior) para fijar los precios de sus ventas, y a la misma vez pagar a los productores nacionales solo el costo en divisas más el 10%, las tiendas se convirtieron en canalizadoras de divisas para las necesidades del Estado, obviándose las necesidades principales de la economía nacional:

a) de estimular al sistema empresarial nacional, reconociéndoles la capacidad de negociar libremente sus precios con las cadenas de tiendas;

b) de autorizar al sistema empresarial fijar mejores salarios y estímulos para sus trabajadores a partir de esas ventas en divisas a las cadenas de tiendas, lo que haría posible que esos trabajadores ―y no solo los que recibiesen transferencias desde el exterior― pudieran adquirir productos con sus salarios. Aun cuando no toda la población tuviese acceso a ese mercado, sí habría estímulos para que cada vez más empresas se esforzasen en ser competitivas frente a las importaciones, aumentando paulatinamente la cantidad de personas con acceso a divisas.

c) de autorizar al sistema empresarial a realizar inversiones productivas, modernizando la base productiva a partir de las ganancias obtenidas en divisas por las ventas a las tiendas.

d) de transitar poco a poco, desde una economía deficitaria en CUP, a otra economía en una moneda más saneada (cuyo nombre es lo de menos), facilitando la real unificación monetaria más adelante. Sin enquistar, para siempre, la doble circulación monetaria.

Las nuevas tiendas en USD pueden ser necesarias, pero no en la misma forma que existían. De lo contrario, reafirmarían la farsa en la que se han convertido. Máxime, cuando antes la mayor parte de las tiendas pertenecían al Consejo de Estado, mientras en la actualidad casi todas pertenecen al Grupo de Administración Empresarial (GAE).

Métodos de obtención de saldos en tarjetas Clásicas

Lo que más llama la atención de las nuevas tarjetas es la forma en que se nutre la misma. Lo del efectivo en USD es ya un tema «clásico» (valga la redundancia con el nombre de la tarjeta), donde se sabe nunca si el país lo puede depositar en bancos en el exterior, o si no puede y hay que prohibir su recepción, o gravarla para desestimular su captación. Pero eso tiene que ver con las sanciones de EE.UU. y no vale la pena profundizar aquí.

Además de poderse nutrir la tarjeta a través de pagos por una página en internet (que periódicamente cae en las listas negras de EE.UU. y siempre hay que estar migrando de una a otra), o con depósitos a través de CADECA; es totalmente inconcebible que el único banco que admita transferencias desde el exterior para nutrir saldos en USD, sea el BANDEC.

¿Por qué los demás bancos no pueden? ¿Acaso porque el sistema del GAE tiene sus cuentas ―además de en el Banco Financiero Internacional (BFI) – solo en este banco?  ¿Significa que, si tengo una cuenta en BANDEC y desde el exterior recibo una ayuda familiar por ahí, puedo comprar con tarjeta en USD, pero si mi cuenta es en otro banco cubano, y recibo del exterior la misma ayuda familiar en divisas frescas, solo recibo MLC y no puedo comprar con tarjeta en USD?

Por ejemplo, una ciudad como La Habana, la más populosa de Cuba, tiene el banco con mayor afluencia de usuarios en el Metropolitano, no en BANDEC. Los absurdos, o las farsas, se acumulan, y nadie da una explicación convincente sobre estas realidades.

No se puede seguir profundizando en los síntomas de que en el país existen dos economías: la del GAE, más robusta y controladora de las esferas de mejores ingresos en divisas, y la del resto del país.

Resolución 56 de diciembre de 2024, del MINCIN

En un reciente artículo explicaba mi hipótesis de que la más probable intención de dicha resolución era acabar con la competencia de las MIPYMES para poder incrementar las ventas de las cadenas de tiendas en divisas. No pasó mucho tiempo desde su publicación y las nuevas tiendas parecen indicar que era correcta aquella presunción. Solo así se puede mantener el coeficiente de 2.4, o similar, para establecer elevados precios en estas tiendas, superiores a los precios de las MIPYMES, sin que sus ventas se estanquen.

Un lector de redes sociales aseguraba que él prefería que las ventas fuesen de las cadenas de tiendas estatales, y no de Formas de Gestión no Estatales, porque las ganancias de las primeras se destinarían a planes sociales y gastos del Estado, en bien de la población. Respeto el parecer del estimado lector, y lo compartiría siempre que las ventas se realizasen en igualdad de condiciones.

Pero, aunque la mayor parte de la población tuviese esa conciencia social, debe satisfacer sus propias necesidades, y mayormente destinaría sus recursos ―en primer lugar― a quien le vendiese los productos con la mejor calidad y el mejor precio posible. Entorpecer esta realidad no es saludable ni desde el punto de vista económico en general, ni para los individuos en particular.

Aunque deseaba tratar el tema únicamente desde una óptica económica, concluyo con una reflexión que trasciende esa esfera. En los últimos días han aparecido en la prensa cubana varios artículos de destacados periodistas que enfatizan en la poca comunicación que ha existido para informar al pueblo sobre estas tiendas.

Resulta comprensible que los políticos no deseen reconocer sus errores, siendo complicado admitir que la unificación monetaria del 2021 fue un total fracaso, porque de ahí a la necesidad de dimitir solo hay un paso. Pero no dar explicaciones a la ciudadanía, no explicar las medidas, no tratar de convencer, conlleva a la pérdida de confianza política, que se añade a la pérdida de confianza en la moneda y en las medidas económicas adoptadas en los últimos años. Súmese a eso el descrédito del «para atrás, para adelante», de decir continuamente que se apuesta por la moneda nacional cuando la realidad y la necesidad objetiva de divisas dicen otra cosa.  Nuestros compatriotas no ignorantes.

***

Imagen principal: 14ymedio.

Omar Everleny Pérez Villanueva

Doctor en Ciencias Económicas, profesor titular de la Universidad de La Habana y exdirector del Centro de Estudios de la Economía Cubana.

https://www.facebook.com/omareverleny.perezvillanueva
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