Algunas reflexiones sobre la muy «famosa» torre de K y 23
La crítica arquitectónica es terreno difícil y traicionero. Para Blair Kamin, crítico de arquitectura del Chicago Tribune: «Los buenos críticos conocen bien su territorio. Muchos medios de comunicación se limitan ahora a recopilar imágenes y noticias sin aportar ningún punto de vista. Eso no es una crítica, es una farsa». Nunca mejor aplicado lo dicho que al lleva y trae mediático del edificio erigido en K y 23. La torre de la discordia en La Habana ha sido utilizada a diestra y siniestra, por contemporáneos Bárbaros y Romanos. Es, ciertamente, una píldora grande y difícil de tragar para una ciudad parcialmente en ruinas, que cumple sus 505 años sumergida en el limbo post desordenamiento económico.
Varias veces la contienda ha pasado a mayores cuando los análisis van a lo profundo. Y de una forma u otra, «la orden de defender K y 23 está dada». Participante en las fiestas, considero que sigue ausente un análisis objetivo de mínima profundidad, por el aquello de entregarnos a las pasiones bélicas antes que al razonamiento. Tales análisis, si bien presentes en chats y grupos de profesionales afines a la arquitectura, permanecen en el anonimato, sabedores de que sus observaciones jamás encontrarían un medio de difusión dispuesto, porque se juega con la cadena…, y el arquitecto no tiene voz ni voto pues su participación independiente está vetada. Ya decía el gran maestro Mario Coyula: «¿arquitectos para qué?».
Partamos del hecho de que el edificio está ahí, vino para quedarse y, de una manera u otra, habrá que convivir con él. Llama la atención que el nuevo hotel sea el que más polémica haya suscitado, ya que muchas de las nuevas edificaciones son bastante cuestionables por distintas desavenencias entre su entorno y su estética, sus modelos importados y, por mucho, su divorcio con las condicionantes climáticas y socio económicas de la Isla. Quizás el motivo sea su posición y tamaño, que destaca en el centro neurálgico de la ciudad; tal vez se deba a su reto estéril al siempre elegante Habana Hilton, o Libre, como le desee llamar el lector.
¿Contemporánea y original?
Existe una fanfarria que anuncia la contemporaneidad de su diseño, soportada por graciosas imágenes, con o sin filtro, que los más caros celulares obtienen en la noche, donde todos los gatos son pardos. Si lo analizamos a primera vista, puede hacerse un rápido paralelismo con el edificio que acoge a las Naciones Unidas, terminado en 1952 y con diseño de Wallace Harrison, Oscar Niemeyer y Le Corbusier; sin osar ni tratar de ofender a estos maestros de la arquitectura moderna.
Cito estos arquitectos a detalle, como debe ser; sin embargo, esta es práctica muerta en la Isla, y menos en ese tipo de inversiones, cuyo proyecto es foráneo y apenas se deja que los anónimos arquitectos cubanos propongan soluciones puntuales y cosas menores; no así los ingenieros, que llevan la voz cantante en su especialidad. De ahí para acá, la torre de K y 23 pudiera parecerse a cualquier edificio a lo largo de los últimos 72 años. A pesar de ello, la publicación Juventud Técnica del 16 de mayo de 2023 acota que la misma «agrega una extraña e, incluso, polémica contemporaneidad a La Habana».
Se habla mucho de su originalidad y se hizo alarde de su portentoso balcón que, según algunas publicaciones, hospedaría una piscina. Posteriormente se conoció que la piscina sería interior en ese mismo nivel, y que el balcón —popularmente conocido como «la gaveta»—, sería meramente eso; aunque tendrá vistas impresionantes sobre el litoral y el techo del hoy Tryp Habana Libre.
Distintos edificios con más de 60 años que comparten recursos de diseño con la Torre de K y 23, cuestionando su cacareada “originalidad y contemporaneidad”. (Fuente: Pinterest)
En palabras del arquitecto Osviel Carrillo Probance, que ha participado en el equipo que terminará el proyecto, y que cita el mencionado artículo: «desde su concepción formal (volumetría, imagen, expresión) hace un poco de referencia a la arquitectura contemporánea y “a la arquitectura cubana más valorada internacionalmente, como el edificio Focsa y el Hotel Tryp Habana Libre”». En mi opinión, quien tuvo a cargo el diseño conceptual y de detalle, no tomó de estos últimos nada más que la altura y la onda «midcentury», ya que ambos son inmensamente mejores en arquitectura y adecuación a nuestras realidades ambientales que la torre de K y 23.
Ya que se debate sobre su originalidad, debe resaltarse que la torre habanera es casi un calco de la Beetham Tower, hoy Manchester Hilton, ubicada en el centro urbano de Manchester, Reino Unido. Esencialmente la misma volumetría, similar tratamiento de fachadas y casi la misma altura. Terminada en 2006, fue un proyecto de Simpson Haugh and Partners, y curiosamente sentenciada como uno de los edificios más feos de aquella ciudad. El articulista Ben Brown, en el Manchester’s Finest del 9 de junio de 2020, utiliza palabras que bien pudiéramos adjudicar a K y 23: «No queríamos que nuestro edificio más alto fuera un aburrido bostezo con fachada de vidrio y definitivamente no lo conseguimos».
Jennifer Williams, en «Los lugares más odiados de Manchester, según lo sugerido por usted», aparecido en el Manchester Evening News del 7 de agosto de 2015, recoge los siguientes comentarios: «Todos los involucrados en el diseño de este edificio deberían avergonzarse de lo que han hecho», parece «como si un niño de seis años lo hubiera hecho con Legos».
Beetham Tower, hoy Manchester Hilton, con su divertido parecido a la Torre K y 23, votado como el edificio más feo de la ciudad y uno de los lugares más odiados. (Fuente: North West Place / Visit Manchester)
Al parecer, el mar que separa Manchester y La Habana no es tan grande. Ignacio Ramonet, famoso en Cuba por sus entrevistas a Fidel Castro, expresaría en su perfil de Facebook a propósito de la controvertida edificación: «Vedado, La Habana. ¡Arquitectura horribilis! ¡Horror urbano!». Y vaya que dos o tres le salieron al paso, ¿disentir en el país de las aprobaciones por unanimidad? No, Ignacio, no.
Existen otras comparaciones: «Será la Tour Eiffel cubana, porque a la de París nadie la quería y luego devino símbolo de Francia». ¡Alabao! diría un gran arquitecto y querido amigo. La torre parisina significó un grandísimo salto en la tecnología constructiva a nivel mundial y demostró que con el versátil y domable acero los edificios podrían «rascar el cielo»; mientras, la habanera demuestra que ya tenía primas cercanas en 1950 y que su muy posible inspiración (que los arquitectos también buscamos «parecidos razonables»), fue declarada entre lo más feo del Reino Unido.
En 1956, usando el hormigón armado, La Habana estrenaba el FOCSA, veinticinco metros más bajo que la torre K. ¿Solo veinticinco metros hemos conseguido superar en sesenta y ocho años utilizando el mismo material? Creo que sobran los alardes, sin quitarle el único mérito de que la torre cubana aparece en el ranking de los edificios más altos del Caribe; el número 3 a la fecha, por detrás de la Torre Caney, de Rodríguez Sandoval & Asociados (2008), y la Anacaona 27, de Selman & Asociados (2017); ambas en Santo Domingo, República Dominicana.
Los tres edificios más altos del Caribe en su contexto, Torre Caney y Torre Anacaona 27 en Santo Domingo, República Dominicana y la Torre K y 23 de la Habana, Cuba. (Fuente: Instagram)
¿Regulaciones, para qué?
En 2018 se informó que el hotel más alto de La Habana empezaría a construirse en la Rampa, con 154 metros, 42 pisos y 565 habitaciones. ¿Cómo se aviene esto con las bien estudiadas «Regulaciones Urbanas del Vedado», a las que tantos excelentes arquitectos y urbanistas han aportado y bebido de enseñanzas que hicieron en su momento de ese, uno de los barrios más modernos del mundo?
Para empezar, hay que decir que el edificio se encuentra en la ZONA III o zona de Alta Intensidad de Intervención Urbana, en la cual:
· Artículo 186: «será preferente la función alojamiento, solamente en hoteles hasta doscientos cincuenta habitaciones, admitiéndose mayores capacidades por excepción». (Primera «excepción» de la torre K: dobla el número de habitaciones).
· Artículo 175: «Se admitirán hasta veinticinco plantas, con una altura máxima de 77, 00 metros, en cuyo caso se respetará un distanciamiento mínimo entre edificios en razón de la ubicación de dos torres, nuevas o existentes, como máximo por manzana». (Segunda «excepción»: conforme se dobló el número de habitaciones, pues dóblese la altura máxima reglamentaria y casi duplíquese el número de plantas permitidas).
Es común encontrar defensores de la altura sin control, devenido símbolo de pujanza económica y de la ciudad próspera. Encontramos a quien sin reparo te empieza a hablar de Miami o de las torres de Panamá, y eso es lo que sueñan para La Habana. Este fenómeno no nos fue ajeno. La zona baja del Vedado comenzó a llenarse de torres en los años cincuenta y, sin los acontecimientos ocurridos a fines de aquella década, hoy sería muy similar a las mencionadas urbes.
No obstante, es recomendable hacer comparaciones con mayor precisión, como resulta de contrastar al Vedado con algunas áreas de Santo Domingo, donde nuevas torres se insertan en tejidos urbanos similares. Allí, la limitante de altura desde 2009 es de 40 niveles; sin embargo, se han dado casos de proyectos detenidos por presión ciudadana y molestias ocasionadas frente a excepciones, intereses corporativos y políticos. Los ejemplos más sonados fueron los de la torre de Plata (31 niveles), y la cancelación del Dominican Fiesta (cinco edificios de entre 80 y 100 niveles). En Piantini, la ciudadanía propició la cancelación del Hotel Hard Rock, que tendría también 40 niveles. Parece que en el vecino país el ciudadano a veces cuenta y decide.
· Artículo 23: «Será preferente el uso de elementos arquitectónicos tales como voladizos, aleros, salientes, persianas, pérgolas, galerías y portales entre otros, para disminuir la carga solar sobre los espacios habitables». (En ese punto, la torre K y 23 hizo «nada» por incorporar estos elementos de protección solar, apostando, por el contrario, a soluciones sin sentido y extremadamente caras).
Juventud Técnica señala que «Las fachadas ligeras, con estética exterior de solo vidrio, cada vez son más comunes en diversos inmuebles de la Cuba tropical, a pesar de las numerosas críticas provenientes de la visión constructiva que propone la Arquitectura sustentable». Eso dice a las claras que se sabe, pero no importa. El cristal es como el espejito para los aborígenes, símbolo de progreso y ya. Desde inicios de siglo, cuando estaba en ciernes en la Isla esta tendencia tan negativa, la misma era criticada fuertemente desde la Facultad de Arquitectura del ISPJAE, donde se enseñaban como un craso error la incorporación de paredes cortinas de cristal o las llamadas «ventanas microwave».
Se ha enfatizado en la novedosa utilización de una pared cortina, con vidrio compuesto y un espacio interior que ayudaría a la mejora en la eficiencia energética, cosa que no deja de ser cierta, aunque sí en extremo costosa de adquirir y mantener. La pared cortina se comenzó a utilizar en 1864, pero no sería hasta casi un siglo después que fue recepcionada en Cuba, con algunas aproximaciones, por Arquitectos Unidos en el Instituto Edisson de La Víbora (1954), y en el edificio de oficinas del Colegio de Arquitectos en Humboldt 106 (1955), así como en el anexo del Ministerio de Estado, hoy MINREX (1959) de José Fontán y Carlos Ferrer. De ahí no pasó.
Siglos de tradición, buenas prácticas de control climático y una sólida preparación y compromiso del arquitecto cubano de entonces, llevaron a distintas formulaciones que culminarían con las «3P» de la Arquitectura Cubana, definidas por Eugenio Batista: el Patio, el Portal y la Persiana. Si nos centramos en ellas, un análisis rápido nos lleva a versiones de edificios altos en Cuba con mejor análisis y diseño erigidos setenta años antes que la polémica mole de K y 23.
Edificios de los años 50 en La Habana ya empleaban en su diseño elementos de control climático, no así la «contemporánea» Torre de K y 23. (Fuente: Ministerio de Obras Públicas)
El portal como elemento de transición y protección solar, creador de luces y sombras y suavizador de la carga térmica, se reinterpreta por ejemplo en terrazas cubiertas, generosos aleros, galerías cubiertas. Como ejemplos pueden citarse los originales —y ahora reducidos— balcones del Habana Hilton, de Welton Becket y Arroyo y Menéndez (1958), o los generosos aleros que dividen los niveles del Riviera, de Igor Polevitzky y Manuel Carrerá (1957), soluciones simples y válidas.
Del uso de la persiana, tan francesa y traída a la fachada tropical en Brasil por Le Corbusier en 1939, destacan el Retiro Odontológico, de Antonio Quintana (1956), o la antigua Compañía Cubana de Electricidad, de Jorge Luis Echarte (1958).
Suficientes ejemplos existen de cómo hacerlo mejor, con soluciones menos complejas que eviten las mayores deficiencias de esta tecnología: el elevado costo y —en el caso de fugas en el sellado—, la cámara de aire que separa los cristales, que puede presentar condensación lo que implicaría altos costos de reposición.
Por si fuera poco, hay denuncias (e imágenes) del intenso reflejo que a determinadas horas provocan los vidrios de la torre al recibir los rayos del sol directamente, sin protección. Algunos conductores alegan que en cierto momento del día se hace imposible divisar las luces de uno de los semáforos más complicados del país. Era muy sencillo evitar esto con medidas de protección solar archiconocidas como las arriba mencionadas.
Reflejos de la luz solar en las fachadas del edificio en distintos momentos del día, en una de las imágenes nótese como este fenómeno no ocurre en el veterano Hotel Habana Libre. (Fuente: Pinterest / X / OnCuba News)
Este problema fue expuesto por varios medios independientes. Todo Cuba, en artículo del 14 de julio de 2022, cita varios comentarios en redes sociales de expertos y profanos. En él se mencionan comentarios del arquitecto Adrián González acerca de fenómenos similares en la misma ciudad, como en el rehabilitado Colegio San Jerónimo. A su vez, Yoel Arias Hernández llamó la atención en sus redes sociales sobre cómo la cristalería de la torre K afecta a chóferes y autos por la avenida 23. Tales consecuencias, resultantes de un deficiente planeamiento, suceden, aunque no son comunes. Los casos más notorios fueron los del Vdara Hotel (2009), en las Vegas, y el del 20 Fechurch Street Building (2014), en Londres. Ambos edificios del arquitecto uruguayo Rafael Viñoly.
Las preguntas recurrentes son: ¿estamos haciendo arquitectura o importando arquitectura para Cuba a fin de satisfacer clientes e intereses de otro tipo?, ¿se está cumpliendo con el artículo 158 de las Regulaciones Urbanas del Vedado?, y cito parcialmente «y en ningún caso violarán estas regulaciones sean generales, específicas o especiales». ¿Los responsables de que se hagan tantas excepciones y violaciones en un solo inmueble, pasaron por las comisiones establecidas, consultaron a los vecinos, pusieron a consideración su pertinencia e impacto? No vale contestar. A decir del Divo de Juárez: «lo que se sabe no se pregunta».
Suficientes argumentos existen para demostrar la falta de compromiso y la ausencia de profesionales implicados con la arquitectura cubana en la concepción de un edificio que «se cocinó» en el extranjero, con una de las fachadas más deficientes en cuanto a diseño, a pesar de que —de acuerdo con las Regulaciones Urbanas—, se encuentra en lo que se define como «Frente de Calle de alto valor urbano».
No voy a hablar de propuestas alternativas realizadas por estudiantes de la Facultad de Arquitectura. Eso no pasa ni aquí ni allá. A una propuesta estudiantil le falta el 70% de lo que un proyecto de este tipo requiere. Pero no era descabellado consultarlas, porque serían un posible punto de arranque con una visión fresca, actualizada y apegada a las regulaciones vigentes.
El edificio pudo llevarse a concurso, pero el arquitecto cubano es un medio básico de producción. Salvo unos pocos «favorecidos», ninguno de nosotros puede participar de una licitación, menos para una inversión de esta magnitud. El rol y aparente libertad que se ha dado a los ilegales pero conocidos estudios de arquitectura cubana, se limita a ciertos proyectos de pequeño formato para socios y mypimeros, muchas veces tras la inmoral cobija de un «registro del creador».
Al final, K y 23 es ya el edificio más alto del archipiélago cubano. Cuando se analiza el perfil urbano, es un gran bloque, un puñal en el paisaje de La Habana; un edificio de diseño trasnochado, con fachadas muy tecnológicas pero deficientes, sin gracia; con una pared cortina digna de cualquier motel de cuatro o cinco niveles en una carretera secundaria de los Estados Unidos.
Desde las alturas de La Habana profunda se aprecia cuán agresiva es esta edificación en el skyline de la ciudad. Es más alta que el obelisco a José Martí, algo que nunca debió permitirse, como no se permite en Washington DC hace más de cien años sobrepasar el Capitolio.
Si la torre se hubiera construido en la zona baja de la rampa, sería menos traumática para la imagen urbana. Una imagen que se ha convertido en marketing de una ciudad detenida en el tiempo, con un aire midcentury, destinado al turismo de nostalgia. Su altura estaría en coherencia con sus homólogas, manteniendo el mismo número de plantas y, a su vez, salvaguardando el perfil del sector; pero estas son apreciaciones muy mías desde la profesión.
Vendrán más torres, eso es innegable, a Dios rogamos que sean mejores y se aprenda de esta. La Habana no es París, que cometió el error una sola vez con su criticada Torre Montparnasse; pero como París, pudiera aprenderse la lección y fomentar en Monte Barreto —contenida en los planes de Ordenamiento Territorial y Urbano de la Ciudad— la zona de torres más altas que lo regulado para el Vedado.
Parece, sin embargo, que no aprenderemos, o no nos interesa. O le gustan las excepciones, violaciones e imposiciones «de arriba» a las diferentes instituciones responsables del ordenamiento. El de mejor calidad de los nuevos diseños, 1ra y B, ya sobrepasa el límite de altura para el sector. Eso significa que también las Regulaciones Urbanas del Vedado ¡están en proceso de Reordenamiento y que K y 23 no es producto de una situación coyuntural!
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Imagen principal: Fotografía tomada de Fotos de La Habana, publicada por Nicanor Corpas Mauleón.